Desde la llegada de la internet a finales de los 90s todos redujimos en un mínimo porcentaje nuestras visitas a la oficina, pero después de dos años de pandemia que ya no sé si cuentan o no en el calendario, muchos redujimos la oficina al tamaño de una laptop, una tablet o un teléfono móvil. En mi caso, bye bye oficinas, mi lugar de desempeño es muy sencillo, se llama donde sea, donde me agarre la noche, donde me sienta feliz, con quien me sienta cómodo y en contacto a distancia con los clientes, coolabordores, empleados y proveedores.
Por supuesto que en casa hay un espacio adaptado por aquello de alguna emergencia pero no porque sea realmente una necesidad pues como arquitecto, artista y diseñador, con una tablet, un cuaderno, un lápiz y un móvil es más que suficiente. Y creo que el caso de la mayoría de los arquitectos de todo el mundo aplica muy bien esta forma maravillosa de crear a distancia, en cierta forma es telepatía, estamos desarrollando talentos ocultos que quizá nuestros antepasados egipcios, fenicios, mayas, griegos o romanos ya conocían y nosotros vamos apenas descubriéndolos.
Ahora que lo pienso no es extraño que aquellas ciudades enormes, aquellos monólitos y aquellos palacios sorprendentes hayan sido proyectados, calculados y construidos por arquitectos a distancia, ahora se sorprenden de ver símbolos mayas en Egipto y viceversa, a decir verdad creo que sus tecnologías eran aún mejores y más poderosas que las nuestras actuales. En fin.
Sea como sea el quehacer del arquitecto sigue siendo crear espacios dignos para quienes los habiten y si la nueva forma es de extremo a extremo del planeta que genial, que maravilla poder estar aquí y allá a la vez.
Ahora resulta que los arquitectos tenemos el don de la bilocación. Vivamos la experiencia mientras dure y hasta donde nos alcance.
¡ Qué viva la arquitectura !