No acostumbro hablar mucho de mi vida personal, pero en esta ocasión quiero compartir un poco de mi esencia, de quién soy, de donde vengo y hacia donde voy. Me quiero abrir libre, real y sincero. 

Crecí entre el campo y la ciudad, cuando Guadalajara no era un monstruo como lo es ahora. Solíamos salir a caminar por las tardes con mi madre, yo corría de una banqueta a otra sin peligro. No se en que momento se acabaron los jardines, las flores y los árboles frutales que adornaban cada cuadra, seguramente fue por la incultura de la gente, que quitan árboles para estacionar sus coches y ese tipo de acciones, y de algunos gobernantes que solo piensan en si mismos. Jugábamos a las escondidillas, a la pelota, con el trompo, el valero y el yoyo, no había tablets ni laptops ni aparatos electrónicos, y en la televisión había sólo dos canales y eran en blanco y negro, el avión lo pintábamos en el piso con un gis blanco y las mamás salían con un refrigerio de sandwiches y gelatinas; donde quedó incluso el amor de las madres a sus hijos ? ya no platican, ya no se interesan en sus vidas, creen que con tener un teléfono móvil es suficiente para ellos, esa es precisamente la causa de tanta soledad, de suicidios tempranos, de drogas y alcoholismo, la falta de amor familiar. 

Aunque yo no veía mucho a mi padre mas que una o dos veces a la semana y de noche, pues viajaba constantemente, así cansado, se daba tiempo para platicar conmigo aunque fuera unos minutos, me contaba chistes y adivinanzas, y siempre llegaba con una palanqueta de nuez, aveces con un libro de cuentos, en una ocasión con una caja de colores, otra vez con un arpa, otra vez con un atari. Aunque estaba ausente estaba presente. Veía seguido a mi abuelo el arquitecto y cada que venía a la ciudad me llevaba a la librería de cristal en donde escogía varios libros de temas diversos así que siempre tenía mucho que aprender. Durante todo el año la pasaba entre el campo y la ciudad, entre la manzanilla, Mazamitla y Concepcion de Buenos Aires, unos meses aquí y otros meses allá, era como ser dos personajes, dos vidas diferentes, me sentía en dos sets de cine y jugaba a ser actor, pero de ambas aprendí que para lograr cualquier objetivo hay que esforzarse, nada llega gratis y aunque venimos ya con algunos talentos también hay otros que se aprenden. Y un día llegó el momento en el qué había que decidirme por uno de los sets, me decidí por la ciudad, aunque de cuando en cuando aprovecho para ir al campo y respirar aire puro, platicar con las vacas y comer elotes, lo mío lo mío es la gran urbe, las luces, las grandes avenidas, las torres altísimas, la diversidad de personas, soy un ser que se mueve por emociones, y la ciudad es la mayor creación del hombre, en donde habita todo lo imaginable y lo inimaginable. Ahí aprendí a desarrollar el talento artístico, desde los tres años con mis primeros dibujos, después a los 6 cuando pinté el primer mural y un pollito morado por el que me llevaron con la psicóloga por romper las reglas del color, y que gracias a eso me destinaron a un salón enorme especializado en niños índigo, ahí aprendí de música, pintura, escultura, canto, danza, poesía, oratoria, teatro, literatura, historia, cine, inventos, viajes, meditación y muchas actividades que se convirtieron finalmente en mi profesión y en un estilo de vida. Ya en otra ocasión les contaré más de mi historia, lo que más me sorprende es la hilación tan perfecta entre una y otra situaciones, no me queda duda qué hay un plan para cada uno de nosotros, el guion ya está escrito y aunque tenemos la libertad de cambiarlo creo que la mejor opción es seguir el original y dejar que la vida nos sorprenda, con paciencia cada párrafo escrito se irá haciendo realidad y lo mejor es que el guión no tiene fin, cada día es una oportunidad para actuar un nuevo papel. 

1 Comment

  1. Erika 2 de November de 2021 at 16:38

    Saludos 🤗

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