Desde los primeros años de vida y en todos los tiempos nos enseñan a competir, ya sea en los deportes, en materias escolares o en la vida. Competir por competir, sin ninguna razón más que por ganar un trofeo o una experiencia que les levanta el ánimo y les sube la dopamina a los demás sin pensar siquiera en si el que compite realmente lo está haciendo por convicción propia.
Desde los primeros años de vida y en todos los tiempos nos enseñan a competir, ya sea en los deportes, en materias escolares o en la vida. Competir por competir, sin ninguna razón más que por ganar un trofeo o una experiencia que les levanta el ánimo y les sube la dopamina a los demás sin pensar siquiera en si el que compite realmente lo está haciendo por convicción propia. Pues si, desde hace unos meses que lo venía meditando y ahora me he alejado de todo tipo de competición, pero principalmente en mis áreas que son las artes y la arquitectura, ya no me interesa que mi ego esté hasta arriba ni tener dosis gigantescas de emoción para hacerme creer a mi mismo que soy mejor que otros, nadie es mejor ni peor, cada quien es los que es por las experiencias acumuladas durante su vida, por los talentos desarrollados, por lo que uno mismo decide ser y hacer con su tiempo y sus conocimientos.
Por muchos años participé en concursos de diseño, de arte, de arquitectura, de escultura, de literatura, de moda, creyendo que si no ganaba o no quedaba entre los tres primeros lugares entonces era un artista sin valor, en ocasiones me sentía un fracaso total aún viendo que las obras y proyectos ganadores eran un fiasco total.
Afortunadamente con la experiencia y mientras más corre la vida algunos nos damos cuenta de esta farsa social de la que casi todos somos presa. Así que adiós a competir de todo tipo, como todos, soy un ser libre dotado de inteligencia y talentos que no me hacen diferente a los demás, y no por un premio, una mención o miles de seguidores en redes sociales voy a ser más que el otro, en mi planeta todos somos iguales, somos espíritus viviendo una experiencia física y mientras más libertad experimentemos más pronto conoceremos la verdadera sabiduría, esa que nos lleva a ser humildes, a saber compartir, a amar sin límites, pero sobre todo a ser yo mismo, auténtico e ilógico, quizás ya no seré lo que la mayoría esperan de mi, pero ahora quiero conocer la verdadera magia de vivir.